Escrito en octubre de 2008
Los acontecimientos ocurridos en la Universidad de Mar del Plata el último año han impactado en toda la Universidad y trans gredido sus puertas hacia el resto de la sociedad. Como Centro de Estudiantes se tomaron decisiones difíciles y de gran importancia, ya que implicaban tomar una postura fundamental:
seguir en la pasividad y la supuesta paz institucional, o remover los cimientos mismos de una Universidad cada vez más entregada a los intereses de las grandes transnacionales. Convergencia ha accionado en forma consecuente con sus lineamientos políticos, después de amplias discusiones abiertas, y entendiendo
la responsabilidad que implica para los estudiantes ser parte de una Universidad pública y gratuita.
Para ver como algunos individuos venden lo que nunca fue de ellos al mejor postor, no hay que viajar al Congreso o ir al Consejo Deliberante. A principios de este año, se intentó en repetidas oportunidades realizar la Asamblea para Elección de Rector de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Los estudiantes decidimos que, con una universidad que apenas subsiste por falta de presupuesto, donde las condiciones de seguridad mínimas no existen, y la educación está siendo vendida al mejor postor, no se realizaría la elección de rector.
Esto es porque, al fin y al cabo,
se decidía una elección de proyecto político para la Universidad, y las únicas alternativas propuestas implicaban una continuidad de las políticas que hace años golpean a los estudiantes y trabajadores. Uno de los argumentos con los que nos criticaron es que estábamos impidiendo una asamblea donde había representantes de todos los claustros y por tanto democrática. Sin embargo, ésta democracia “legal” no es legítima: las amplias mayorías no incidían en las decisiones que se estaban tomando, de hecho ni siquiera se habían enterado de lo que estaba ocurriendo.
Los votos en la mayoría de los casos habían sido comprados, manipulados, en función de promesas de puestos políticos. La elección estaba dividida entre dos
sectores de poder bien claros y no había ninguna intención de escuchar los reclamos que desde hace años venían haciendo estudiantes, docentes y no docentes.
Se continuaba entonces, mas allá de las disputas internas, con las mismas prácticas políticas de votar decisiones ya “cocinadas” a espaldas de toda la comunidad. Esto implica continuar con una universidad funcional al modelo de mercantilización (formar mano de obra para las transnacionales, implementar cada vez mas aranceles, alejarse de la gratuidad que debe tener la Universidad, etc.).
Es así que los estudiantes denunciamos en esa Asamblea, como en tantas otras ocasiones y a través de numerosos escritos, la crisis universitaria, y a la vez propusimos, puntos concretos. Los más importantes: abrir el diálogo, discutir con toda la universidad la realidad de la educación, consensuar las políticas de lo que debiera ser una universidad Pública y Gratuita.
El conflicto generado permitió abrir espacios de discusión entre estudiantes, docentes y no docentes que de otra manera nos son negados. Vale decir que estos espacios no nos fueron cedidos por la gestión, fueron producto de la crisis institucional generada por las movilizaciones de cientos de estudiantes en los intentos de elegir Rector y en el Consejo Superior de la Universidad.En este punto queremos detenernos un poco mas ya que entendemos es fundamental.La institución tiene herramientas, a veces sutiles y otras nefastas, para silenciar aquellos argumentos que pudieran implicar conflictos que hicieran temblar el rumbo actual de la Universidad. Las herramientas que los estudiantes utilizamos tienen un motivo de ser: son las únicas que nos permiten ser realmente escuchados tanto por los que gobiernan como por el resto de los docentes y estudiantes. Es cierto que en el Consejo Superior, en el académico y en los departamentos, hay representación estudiantil. Pero no sólo ésta es minoría, sino que detrás de la supuesta democracia de estos espacios se esconden las verdaderas roscas de poder. Tener representantes estudiantiles en los órganos de gobierno es de gran importancia, y nos han permitido, en numerosas ocasiones resistir el avance de políticas que avasallan los derechos estudiantiles, pero no alcanza. La única forma de revertir la situación de la Universidad es aprender y ganar la participación de la mayoría. No ganársela a los sectores de poder, sino ganarla en la lucha de todos los días.
A partir de los hechos ocurridos en las asambleas de elección de Rector,
reivindicaciones históricas fueron ganadas en el Consejo Superior de la Universidad de Mar del Plata, cientos de estudiantes estuvimos presentes cuando por unanimidad se votaba la derogación de todos los aranceles administrativos, el subsidio a las fotocopias autogestionadas, la comisión estudiantil para construir el proyecto de comedor universitario, entre tantos otros puntos. ¿Habría sido esto posible si los estudiantes dejaban que las cosas se sucedieran pasivamente, arreglando siempre entre los mismos sectores de poder que existen en la Universidad? Es claro que no. El estudiantado pasó a ser protagonista después de muchos años, y demostró la altura política ante aquellos que nos tildaban de “antidemocráticos” y “caprichosos”.
Este proceso también permitió la unidad de trabajadores no docentes y estudiantes que, ante el cruce de brazos de las autoridades de la Universidad, viajamos hasta el Ministerio de Educación en Capital Federal para exigir mas presupuesto y logramos se comiencen las tratativas para un envío de dinero que permita funcionar durante este año a la Universidad. Al regresar, sólo obtuvimos del actual Rector Interino y los decanos silencio e inacción. Es así que hoy la situación universitaria empeora día a día y no hay presupuesto para el funcionamiento más elemental.
Este no es un proceso culminado, recién empieza. Las reivindicaciones ganadas por unanimidad en el Consejo Superior debemos impulsarlas para que se concreten.
El desafío es grande: Por un Comedor Universitario no tercerizado, subsidio a las fotocopiadoras autogestionadas, ni un solo arancel en la educación pública y gratuita.